viernes, 28 de noviembre de 2008


La tragedia de Alianza Lima de 1987



Martes 8 de diciembre de 1987. A las 8:06 de la noche se desprende esta comunicación desde la torre de control del Jorge Chávez “¿Los tres?, ¿Los tres?” informan al F- 27, aclarando las dudas del tren de aterrizaje. A las 8:14 de la noche se pierde la comunicación con el Fokker que traía a la delegación de Alianza Lima, un minuto más tarde sin respuesta alguna, el avión es declarado en emergencia.

Por la decimoctava fecha del Torneo Descentralizado, cuando sólo faltaban tres fechas para concluir el campeonato, Alianza Lima viajó a la calurosa selva para enfrentar al Deportivo Pucallpa, un gol de Pacho Bustamante al minuto treinta y tres del primer tiempo le dio el triunfo a los victorianos, que no parecían festejar la punta del Torneo, cosa rara. Culminado el encuentro, a las 4 de la tarde, los jugadores se dirigieron al hotel para darse el aseo respectivo. El ambiente era tenso, como un presagio de lo que vendría horas más tarde. A las 8:02 de la noche un problema con el tren de aterrizaje, pone en alerta a la cabina y a la Torre de control de Corpac. A las 8.14 de la noche el avión que transporta al equipo de Alianza Lima de regreso de Pucallpa, pierde contacto con la torre de control del aeropuerto Jorge Chávez y es declarado en emergencia. A esa hora pocos lo saben, pero a la mañana siguiente la noticia se hace pública.


* * *

Se jugaba la antepenúltima fecha del campeonato nacional. Los potrillos podían salir campeones ese año y así romper la mala racha que los perseguía desde 1978. El domingo 6 de diciembre los blanquiazules habían empatado con San Agustín en Lima,

El martes 8 era feriado, y así, con sólo un día de descanso, el joven equipo de los “potrillo” se embarcó hacia Pucallpa. Por pedido del entrenador Marcos Calderón se contrataron los servicios de la Marina de Guerra para realizar un vuelo charter. De esa manera, el equipo podría ir y volver el mismo día para cumplir su compromiso por la decimoctava fecha del Torneo Descentralizado ante el Deportivo Pucallpa.

Se trataba de un avión Fokker F- 27 (matrícula AE- 560) de la fuerza aeronaval, el mismo que una semana antes había utilizado Universitario de Deportes para viajar a Trujillo. También en aquella oportunidad, el avión había sido conducido por el Teniente Primero Ediberto Villar Medina, único sobreviviente de la tragedia que se aproximaba.

Martes 8 de diciembre de 1987, día de la Inmaculada Concepción. La llegada del equipo de Alianza Lima a Pucallpa había generado gran expectativa, tanto así que numerosos hinchas se hicieron presentes en el aeropuerto. Aquel día Alianza llega a la ciudad selvática pocas horas antes del partido. Al parecer, el viaje fue incómodo. Según Don Buyo Ramírez, ex jugador de Alianza en 1870, “los taxistas que recogieron a la delegación del aeropuerto pucallpino dejaron testimonio de lo que pasó en el viaje. Los jugadores se quejaban, Gonzales Ganoza `El Caico´ aseguró que nunca más volvería a viajar en ese avión. El recorrido por la ciudad los molestó más todavía, sobre todo a Marcos Calderón, porque no se había reservado habitaciones y los jugadores tendrían que comer media hora antes del partido. En esas condiciones era muy difícil ganar”, apuntó.

Lo sucedido en el estadio Oficial de Pucallpa fue para muchos inusual, como un presagio de lo que vendría después. El equipo íntimo jugó sin entusiasmo, quizá por el calor, que bordeaba los 33 grados y era agobiante, o quizá por tener la comida en la boca del estómago. Lo demuestra Gonzales Ganoza en la última foto con el equipo, en el cual sale volteado, como diciendo juguemos y vayámonos de acá. Apenas los jugadores íntimos celebraron el gol del triunfo por Pacho Bustamante en el minuto treinta y tres del primer tiempo.

“Parecían apurados. Ya se querían regresar. Esa victoria, y el empate a uno de Unión Huaral con UTC, dejaban a Alianza cómo único puntero del Torneo, pero el equipo cosa rara, no parecía festejar.” Declaró Don Buyo Ramírez.

Terminado el encuentro, a las cuatro de la tarde, los jugadores se dirigieron al hotel Sol del Oriente para bañarse y darse el aseo respectivo. A eso de las cinco y media, algunos de los jugadores salen a los alrededores de la Plaza de Armas, pasean, compran frutas, se toman un refresco. A las seis de la tarde, la delegación aliancista se despide de la hinchada local y enrumba hacia el aeropuerto. Un pequeño grupo de hinchas se demora comprando piñas. A las seis y treinta el Fokker enciende sus motores. El ambiente en el avión es de tensión.


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Ese día el Fokker, piloteado por el piloto Ediberto Villar Molina y el copiloto Fernando Morales Dapueto, debió despegar de Pucallpa a las 5:20 de la tarde y llegar a Lima a las 7 de la noche. La causa de la demora se produce porque el encargado de la taquilla del partido, la persona que traía consigo el maletín que llevaba el dinero del partido, hizo que el retrasara el despegue.

A las 6:15 minutos, abordó el pasajero faltante y el avión partió de Pucallpa a las 6:31 minutos y no a las 5:20 como estaba previsto. El avión continuó su vuelo a Lima cargado de tensión. A las 8:02 minutos de la noche, uno de los indicadores de panel advirtió que el tren de aterrizaje, ubicado en la nariz del avión, no había bajado; el copiloto informa a la torre de control tal problema.

Minutos después el copiloto Fernando Morales pidió a la torre de control del aeropuerto comprobar visualmente si el tren de aterrizaje había bajado. En ese momento, el piloto decidió sobrevolar el aeropuerto para que el personal lo viera a simple vista. Luego el piloto ordena al copiloto que lea la lista de verificación para tal situación anormal.

El copiloto cogió el manual y empezó a leer, pero los manuales de esa época estaban escritos en inglés y el conocimiento que tenía el copiloto de este idioma era muy limitado, al igual que del piloto.

Los nervios se apoderaban en la cabina de mando. Para solucionar tal problema, el piloto decidió emprender una maniobra para intentar bajar el tren de aterrizaje, esta maniobra consiste que en pleno vuelo, el piloto levanta la nariz del avión y baja bruscamente, para que la fuerza de la gravedad baje el tren de aterrizaje.

A las 8:06 de noche se desprende esta comunicación: “¿Los tres? ¿Los tres?” informaron desde la torre de control, pero en el tablero de la cabina, aún mostraba que el tren de aterrizaje estaba inseguro.

En ese momento el pánico se desató. Varios pasajeros se dirigieron hacia la puerta delantera de ingreso del avión. Al escuchar los gritos, el piloto se puso más nervioso y se paró, comunicando al copiloto “Toma los controles y mantente a 1000 pies de altura”. El piloto dejó el mando del avión en el momento en que debía bajar la velocidad de la nave. El copiloto no tenía experiencia, así que no lo hizo y el avión iba más rápido y en descenso.

Cuando el piloto Villar regresó a la cabina no retornó al mando, sólo le daba órdenes a su copiloto. El Teniente Ediberto Villar había entrado en pánico y no había escuchado que desde la torre le comunicaron que los tres trenes estaban abajo.

Mientras el copiloto seguía condiciendo el avión, el piloto sentado a su costado tomó el manual y empezó a leerlo, tratando de descifrar algo, Entre tanto los pasajeros estaban parados de sus asientos reclamando asustados, esto ocurría en el momento en que el avión sobrevolaba las frías aguas del mar de ventanilla a una velocidad de 155 nudos.

Cada segundo, los altímetros marcaban menos pies de altura, la gente se amontonaba en la cabina y la carga de los oficiales se incrementaba. El copiloto Fernando Morales se olvidó de monitorear el altímetro el cual indicaba descenso continuo, en esos instantes ninguno se percató de ese detalle. En ese momento el copiloto decidió escapar y salvar su vida, entregó bruscamente el mando al piloto Villar, se desamarró y abandonó la cabina, sorprendido el piloto trato de nivelar las alas e impactó, eran las 8:14 de la noche.

A las 8:15 de la noche un silenció bordeó la comunicación entre la torre de control y la cabina de mando del avión, sin respuesta alguna, se declaró en emergencia.


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El 9 de Octubre del 2006 se hizo pública la versión oficial, a través del Programa de la Ventana Indiscreta, conducido por Cecilia Valenzuela, en el cual aseguran desde los datos hallados en la caja negra del avión, a través de sus 36 hojas, que con el paso de los años se veían marcadas por el óxido, informa cada minuto lo que se vivió en el interior de la nave, aquel día.

Según el informe, fueron fallas técnicas en el tablero de control y en el motor, así como la espesa neblina y la falta de experiencia del piloto, los motivos que se confabularon para ocasionar el fatídico accidente que costó la vida de cuarenta y tres personas.

En aquel informe se trató de ocultar una serie de actos negligentes cometidos por el piloto, el copiloto y los oficiales responsables de la Marina de Guerra del Perú.

También se indica, el nerviosismo en el que cayó el piloto Ediberto Villar Molina debido a su falta experiencia y la de su copiloto, Fernando Morales Dapueto, en el vuelo y se detalla la falta de reacción de ambos ante tal crisis.

Pero lo que realmente impresiona es que un piloto experimentado, como el Teniente Villar no puede hacer ese tipo de maniobras como la que hizo aquel martes 8 de diciembre de 1987; tratando de bajar el tren de aterrizaje bruscamente, ya que causa temor entre los pasajeros.

En el informe de investigación también se indica que el piloto Ediberto Villar no había acumulado ninguna experiencia en vuelos nocturnos en los últimos 30 días, además en los últimos 90 días, sólo había tenido 5 horas en vuelos nocturnos, el mismo caso fue con el copiloto Fernando Morales.

También señala, un informe de la compañía del Fokker lo había evaluado un año atrás al piloto Ediberto Villar que “bajo condiciones de stress tiende a desorientarse”.

Por último, en el informe se lee la versión que da el piloto sobre los últimos momentos del futbolista Alfredo Tomassini, el único jugador que salió del avión, después de que se hundiera. El piloto y el jugador estuvieron varados y con vida en las aguas de ventanilla por algunas horas.


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Miércoles 9 de Diciembre, 5:00 de la mañana. Los restos del Fokker F-27 son encontrados a seis millas al noroeste del aeropuerto Jorge Chávez, tres millas mar adentro del balneario de Santa Rosa. Aferrado a un asiento flotante del avión, se encontró con vida al Teniente Primero Ediberto Villar Medina. A su alrededor sólo había un mar silencioso.

A la mañana siguiente, en la radio y en la televisión difundieron la desastrosa noticia, y como era de esperarse la sensación de desconcierto y tristeza se sintió por todo el Perú. La Marina de Guerra del Perú emite un comunicado de prensa, en aquel momento ya se habían iniciado las labores de rescate. Horas después, a las nueve de la mañana, Agustín Merino, presidente del club, confirmaría la desgracia a los cientos de familiares e hinchas que asomaron su esperanza por el estadio de Matute.

De manera masiva, familiares, hinchas y amigos de los más lejanos conos de Lima, se dirigieron hacia las playas de ventanilla y hacia el estadio del club victoriano en el distrito de la victoria para conseguir mayores noticias. Para la dirigencia aliancista, lo prioritario era apoyar a las familias de los caídos.

La búsqueda de los desaparecidos, a cargo de la Marina de Guerra, se convirtió en una lucha desesperanzada, inacabable para los familiares de los caídos, que no encontraban consuelo a sus lamentos. El país entero estaba de duelo.

Los días siguientes, expresiones de sufrimiento se repetían conforme los cadáveres iban apareciendo en el mar.

El cuerpo de Marcos Calderón Medrano, el chueco, se halló en el fondo del mar, llevaba fuertemente apretado en la mano derecha el rosario de su madre. Sus restos fueron enterrados en el Cementerio Baquíjano del Callao, a pocos metros de la tumba de Sarita Colonia. Los restos de Miguel Piña, juez de línea de aquel partido, se encontraron cerca de Pasamayo, y los de Tomás Farfán que también se encontraron una semana después.

Cabe resaltar que no se encontraron los cuerpos de Gino Peña, Carlos Bustamante, Alfredo Tomassini, Luís Escobar y William León

Según mi padre, hincha acérrimo de Alianza, que también vivió momentos de sufrimiento, por varios días las planas de todos los medios de comunicación presentaban los pormenores del accidente. Miles de personas participaron de dramáticas misas, asistieron a partidos de homenaje y despidieron a sus ídolos en dolidos peregrinajes desde los barrios de origen de los jugadores hasta el estadio de Matute y desde ahí, hasta el cementerio General.

Cuenta también mi padre, 21 años después del accidente que las instituciones políticas se hicieron también presentes. El presidente de la República Alan García, el Cardenal Juan Landázuri y varios ministros asistieron a las principales manifestaciones públicas de pesar, y la mayoría de ellos se declararon aliancistas. El Consejo Municipal de la victoria declaró tres días de duelo en honor a los fallecidos.

En aquella tragedia, hubo sólo un sobreviviente, el piloto y Teniente de la Marina Ediberto Villar, quise ir a su búsqueda, pero me dijeron que se encontraba viviendo en Australia, lo cual me iba a ser muy complicado hablar con el. En el Fokker murieron 43 personas: 16 futbolistas, 5 miembros del cuerpo Técnico, 4 dirigentes, 8 barristas, 3 árbitros y 7 tripulantes. La estrella máxima del equipo era Luís Escobar, quien había debutado en el primer equipo a los 14 años (en el accidente tenía 18) y se había convertido en la sensación del torneo. Francisco Bustamante (21 años) y José Casanova (24 años) eran jugadores que habían alcanzado mucho renombre y ya integraban la selección nacional. También destacaban el goleador Alfredo Tomasini (22 años), y los defensas Daniel Reyes (21 años) y Tomás Farfán (21 años). Marcos Calderón, el mejor entrenador peruano de todos los tiempos, también estuvieron José Gonzáles Ganoza (33 años) el “Caico”, arquero que llevaba 14 años como titular defendiendo la valla aliancista, y como decían todos, este joven y talentoso plantel representaba la renovación del fútbol peruano, por eso más que todo, se sintió mucho más sus ausencias.

Gracias a los datos que me dio Jaime Duarte, localicé a los padres de Aldo Chamochumbi, un día sábado 1 de Noviembre, lo llamé y acordamos la entrevista, bueno en realidad los llamé un jueves, y acordamos para el sábado. Don Atilio me citó al mediodía. Fui en un día muy caluroso, con un sol que bordeaba los 26 grados, al humilde barrio de breña. Me recibió su mamá Doña Mirtha. Don Atilio no iba a venir. Mientras esperaba a Doña Mirtha, las fotos de Aldo en toda la casa, marcaban el retrato de un hijo que parecía estar vivo, entre sus familiares.

¿Cómo fue su reacción al enterarse del accidente?
-- Fue terrible, me quedé en shock, me llevaron al hospital porque tenía un shock emocional, me había subido la presión, y no me levanté de la cama por varios días. No creía lo que había sucedido, pensé que era mentira, mi hijo muerto.
¿Cómo reaccionó Don Atilio cuando le informaron del accidente?
-- Mi esposo no lo podía creer, fue algo muy fuerte, nos agarró de sorpresa, nosotros lo estábamos esperando del viaje, el se agarró la cabeza y nos abrazamos, estábamos destrozados en ese momento.

En aquel accidente murió toda una generación de jóvenes valores. La familia aliancista, y en general el pueblo peruano, vivió momentos de indescriptible dolor. El estadio de Matute fue el escenario de inolvidables tardes felices, fue en los días siguientes a la tragedia una herida abierta, sangrante, que parecía de nunca acabar entre los hinchas. Sobre su gramado se colocaron ofrendas florales en el lugar que cada jugador ocupaba.

Aquel martes 8 de Diciembre tuvo para algunos un significado especial. No sólo estuvo marcado por el dolor, sino por el milagro de una nueva vida, pues fueron siete los jugadores aliancistas que por una u otra razón no viajaron a Pucallpa. Estos siete muchachos fueron: Arturo Guadalupe, Benjamín `Colibrí´ Rodríguez, César `El Gato´ Espino, Ricardo Elguera, César Garrido, Juan Carlos Illescas y Juan Reynoso.

Guadalupe y Elguera no habían sido considerados por Marcos Calderón para viajar por cuestiones técnicas. Colibrí Rodríguez había sufrido una distensión de ligamentos que le recrudeció en el último partido ante San Agustín, por eso no viajó. Fue tan fuerte el dolor que sintió tras la tragedia, que prometió no volver a jugar fútbol en su vida. Sin embargo, Teófilo Cubillas y el Cholo Castillo lo convencieron para que siguiera jugando, precisamente, en recuerdo a los amigos desaparecidos.

El Gato César Espino no viajó por estar suspendido, en el partido anterior ante San Agustín había sido expulsado.

Fui a su búsqueda, luego de tantas llamadas, lo encontré en un Centro de esparcimiento de Serenazo de Miramar en San Miguel, donde sin muchos jóvenes a quien entrenar lo vi parado viendo un partido de fútbol. Me acerqué, me presente y le pregunté sobre el tema, no quiso hablar, me rechazaba, me dijo: “rápido hijo, que quieres saber”. Sin perder más tiempo y sabiendo que no me iba a dar mucho de su tiempo, atiné a preguntarle.

¿Por qué no llegaste a viajar a Pucallpa?
-- Porque me expulsaron el partido anterior ante San Agustín, todavía recuerdo que me enojé con el árbitro Montalbán.
¿Por qué?
-- Porque tenía miedo de perder el titularato pues.

“Tras la muerte de mis compañeros pensé retirarme del fútbol. Fue muy doloroso saber que no vería más a mis amigos. Lloraba casi todos los días y los soñaba a todos ellos. Quedé destrozado.” Dijo César Espino.

César Garrido había estado inactivo debido a un accidente de tránsito. El sábado anterior había participado en un partido de práctica, pero el entrenador aliancista notó que aún estaba resentido y decidió reemplazarlo por Ignacio Carretón. Juan Carlos Illescas tenía una lesión en la pantorrilla. Calderón le dijo que si quería podía viajar, pero que no jugaría. Juan Reynoso estaba lesionado y se quedó en Lima.

Un testigo, el cual pude localizar gracias a Jaime Duarte también, fue Don Victor Pitín Zegarra, un aliancista de siempre, la verdad no tenía idea el porqué le decían `Pitín´, pues me dijeron que era por lo menudo que era.

Bueno, ese día por lo que me comentó, decía que los muchachos estaban raros, vio el desánimo con que jugaron ese día, a pesar del triunfo. Pero ¿por qué lo entrevisté?, a parte de haber sido el entrenador de Deportivo Pucallpa el día del partido, Don Víctor guardó la pelota con la que se jugó el martes 8 de diciembre.

“Aún recuerdo la última pelota, Mikasa, paños blancos y rojos que atraparon las manos seguras de Caico Gonzales Ganoza, y con la calidad que trataron ese día la pelota Escobar y Pacho Bustamante”

Pitín donó luego esa pelota al club, ahora es uno de los objetos más preciados que se guardan en las vitrinas del club.

Pero como diría El Veco en su columna publicada en el diario El Comercio el 10 de Diciembre “Hasta las palabras lloran”, “el espectáculo debía continuar”. Más allá de la tragedia, Alianza debía levantarse, renacer y seguir adelante en el difícil juego de la vida.


* * *

El campeonato Descentralizado debía reiniciarse en cualquier momento. A alianza sólo le quedaban dos semanas para decidir su futuro, retirarse o seguir, periodo durante la cual la Asociación Deportiva de Fútbol Profesional había suspendido el torneo por duelo.

Pero con los siete jugadores que quedaban del equipo, no alcanzaba para afrontar el torneo. Alianza Lima entonces se reforzó gracias a la colaboración del Colo Colo de Chile, que les cedió a cuatro jugadores de sus futbolistas, uno en cada línea del campo: el arquero José Letelier, el defensa Parko Quiroz, el mediocampista Francisco Huerta y el delantero René Pinto. Teófilo Cubillas, que ya se había retirado del fútbol oficial en 1986, volvió a vestirse de corto; la renovación del equipo que lo vio nacer, era motivo suficiente para regresar a las canchas y demostrar que Alianza seguía con vida. Al igual que el, se reincorporaron a las filas grones Roberto `Cucurucho´ Rojas, Wilmar Valencia, José Velásquez, y Jorge Vallejo, joven jugador aliancista de misma generación de Garrido, Chamochumbi y Elguera.

Con ese grupo de jugadores, dirigido por el técnico Rafael Castillo, el Cholo, que trabajaba en las divisiones menores del club, los dirigentes de Alianza Lima decidieron continuar en el Torneo Descentralizado.

“Ese equipo jugaba con un sentimiento especial, el saltar a la cancha en representación de sus compañeros fallecidos” agregó el profesor Castillo.

Domingo 3 de Enero de 1988. Estadio de Alianza Lima, 4:00 de la tarde. Los blanquiazules, con un plantel casi absolutamente renovado, salen a la cancha a defender su posición de líderes del Torneo Descentralizado ante el Coronel Bolognesi de Tacna, un rival difícil. Como era de esperarse una multitud de hinchas llenó las graderías y recibió al renacido cuadro de sus amores con una ovación sentida e interminable.

Encabezados por Teófilo Cubillas, los jugadores íntimos demostraron esa tarde que podían salir adelante, no sólo con la fuerza del sentimiento y de dolor que los envolvía por dentro, sino con un fútbol de calidad que alborotó a las multitudes del estadio de Matute. Alianza Lima ganó 2 – 1. El primer gol lo anotó Juan Carlos Illescas de penal. Todo el estadio lo lloró y lo gritó: “Alianza Corazón”. La felicidad no tenía más palabras, sólo canto y llanto de alegría y por qué no, de recuerdos también.

Las banderas blanquiazules, flameaban por todo el estadio. La victoria recibía de nuevo la alegría en sus corazones.

“Nunca sentí tanto el calor de la hinchada, como aquel 3 de Enero de 1988, fue un día glorioso.”, apuntó el gran Cholo Castillo.

Sin embargo, aún faltaban cuarenta y cinco minutos, y los tacneños del Bolognesi no estaban dispuestos a rendirse fácilmente. En el minuto once del segundo tiempo, un remate violento en primera, del volante Mario Cisterna encontró el gol en el arco del chileno Letelier. Y se hizo el silencio. Fue entonces cuando el Cholo Castillo hace un cambio estratégico, sacó a Vallejo y puso al pícaro Toni Alguedas en la delantera. Y las cosas mejoraron. En el minuto ochenta y cinco, el Nene Cubillas fiel a su estilo, se sacó a dos jugadores, mandó el centro e Illescas la agarró como venía. El estadio explotó, en verdad explotó. La gente coreaba ¡Alianza Corazón¡, la ovación se escuchaban hasta las afueras del estadio, en toda la victoria, porque Alianza volvía, volvía para demostrar que aún sigue vivo, como el espíritu del ave fénix que renace siempre. ¡Alianza Corazón¡ ¡Alianza Corazón¡


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¡Que rápido pasó el tiempo¡. Han pasado 21 años y al pueblo peruano aún le cuesta creer cómo pudo suceder terrible tragedia, la más grande de nuestro país deportivamente hablando, en las frías aguas del mar de ventanilla. Algunos aún derramas lágrimas. La madre de Aldo Chamochumbi es una de ellas.

¿Cómo se siente señora 21 años después de la tragedia?
-- Mal, era mi primer hijo (eran dos hermanos Aldo y Alberto), me supe reponer, no era fácil, perder un hijo es lo que peor que le puede suceder a una madre, Dios Fue terrible.

Ese día Dios fue tan injusto, y es que en ese avión viajaba una gran generación de futbolistas, la gran mayoría jóvenes talentosos, que cambiarían la generación del fútbol peruano, pero que lamentablemente no sucedió. Alianza Lima ese club que está ligado al pueblo, a las masas, a las mayorías, a las calles humildes, a las personas de color; esos hinchas que se mantienen y se mantendrán fieles hasta el último, por eso es que le llaman ALIANZA LIMA CORAZÓN.


¡Arriba Alianza¡

martes, 18 de noviembre de 2008

Por el torneo clausura, Universitario empató 1 - 1 con Atletico Minero en Matucana y se aleja del séptimo lugar. Los goles fueron obra de Jimenez (69´) para la U, y Galván (85´).
Algo hacía suponer que la suerte del campeón, había vuelto, pero otra vez en los minutos finales Universitario dejó escapar tres puntos que son de suma importancia para sus aspiraciones al título nacional, ya que se aleja del séptimo lugar.
La cara de Gareca lo decía todo, y es que en el entretiempo, el grito que se escuchaba desde el camarín crema, parecía haber derramado la gota de vaso entre Gareca y sus dirigidos. Pero ni con el rugido del tigre el equipo despertó, un gol de Malingas a los 69´, parecía calmar las aguas en tienda crema.
Minutos más tarde una enredadera en el área crema, deja solo a Galván para que de un zapatazo ponga el empate merecido para los naranjas, y voltea la torta a los merengues, que con este triunfo, se ponía a un punto de ese lugar presciado, casi inalcanzable.
Sólo queda esperar para la U, esperar que un milagro baje del cielo, esperar que los siete equipos que actualmente ocupan esos lugares no sigan sumando, esperar que la U mejore, entre estas tres opciones, algo que no ocurrió empezado el campeonato, peor aún se dará a cuatro fechas del final.

Por el torneo clausura peruano, en el estadio de matute, Alianza Lima superó angustiosamente a José Gálvez por 2 - 1, con goles de Fernández (8´), Aguirre (54´), descontó para los chimbotantos Velásquez a los (69´).


Corría el minuto ocho del partido y Alianza para tranquilidad de sus hinchasy de los mismos jugadores, ya ganaba 1 - 0.


Y es que a estas alturas de campeonato, y en la situación que se encuentra Alianza, conseguir un gol antes de los 10 minutos es importantísimo y te da la tranquilidad para sobrellevar un partido muy complicado como el que se vivió el domingo.


Ese día el hincha aliancista lleno la casa, porque de no hacerlo quizá Alianza no ganaba, porque de no haber rebajado los precios de las entradas a populares, de seguro sur ni se llenaba, y es asó. Pero estas alturas los dirigentes e hinchas también deben jugar su partido, remando por un mismo objetivo, que es que Alianza no descienda.


Gálvez no fue fácil, y así lo demostró, faltando 20 minutos para el final, puso en suspenso matute, y más de un hincha se agarraba la cabeza en cada ataque chimbotano, más de un hincha alzaba los brazos pidiendo al árbitro que se acabe, que pite, más de un hincha dio gracias al Señor por volver a ver a Alianza ganar.


Alianza aún no está salvado, faltan cinco finales que tendrán que jugar, no corriendo como ayer, correr como si fueran las últimas corridas de sus vidas por parte de los jugadores, que no les importe desangrarse en el campo, porque sería el final de una historia que empezó en 1901 y se llama Alianza Lima.

domingo, 16 de noviembre de 2008


Por el campeonato clausura, Sporting Cristal venció 2 - 1 a Cienciano en el estadio San Martín, con goles de Ximénez (20´), y Palacios (46´) para los celestes y Salmón (66´) descontó para los rojos.

Y es que jugar al fútbol en una de las dos mejores canchas del Perú, con que cuentan con gras natural, la motivación es otra. Y es que jugar al fútbol en un estadio, así no sea la bombonera, con sus tribunas llenas, la motivación es otra. Y más aún, en un día caluroso, que con un sol radiante, le da el marco perfecto para llenarse de motivación y hacer un buen partido.

Y así lo entendieron los 22 jugadores, que saltaron al gramado y que después de mucho tiempo nos brindaron un gran partido, de ida y vuelta, con llegadas en ambos arcos, con roces y algo más, algo raro en nuestro fútbol, pero nos invita a pensar que con el apoyo de todos las cosas pueden salir bien y salvar a nuestro fútbol de la mediocridad.
El goleador rimense marcó su gol 32 en el año al minuto 20, luego de una falla de Corcuera que le dejara la pelota servida para que el Chino meta el taconazo. En el segundo tiempo Cienciano salió en busca del empate, pero la desición de los mismos, le pasaría factura a los 54¨, luego de una escapada de Danny Sanchez por derecha, lanzó el centro perfecto para que el Chorri meta el frentazo y declare el 2 - 0. El descuento de Cienciano lo marcó al minuto de ingresado el argentino Salmón, quien recibió de espaldas una pelota lanzada al borde del área, y sólo atinó a meter el puntillazo y poner el nerviosismo en las graderías.

Sería descabellado pensar que Cristal con este triunfo pueda luchar el título y Cienciano con esta derrota peor aún, faltan seis fechas y la irregularidad en ambos equipos nos da una idea de que el campeonato ya se les escapó de las manos hace algunas semanas, o no?.



martes, 4 de noviembre de 2008

Un punto débil

En el estadio Moumental, Universitario de Deportes consiguió un agónico empate uno a uno, contra Cienciano, con goles de (6´)Piero Alva, y (35´)Donny Neyra de tiro libre, por la décimo octava fecha del Torneo Clausura peruano.

Una noche de muertos, parece decir un hincha en la tribuna, al ver a su equipo en el campo, sin saber a que juegan y con las cabezas cabizbajos, y es que el gol tempranero de Cienciano, parece haber derramado la gota del vaso entre los hinchas, y sin ver a un referente crema, ni en el banquillo, a un jugador como Mayer Candelo que te soluciona una jugada en un toque y que inexplicablemente no aparece ni en esa tribuna mortificada, hace pensar que a Universitario le sobran jugadores de tal magitud. Felizmente, para todos los hinchas sufridos, un muerto de los once, revivió, y puso el empate gritado arduamente por Gareca, que se aferra a un hilo para quedarse en esta u.